Aún recuerdo con total claridad el día en el que me miraste de esa forma que sabes que me intimida y casi escupiste tu usual pregunta. Sabía que para ti no era fácil, por ello preferiste ser nómada de tus sentimientos. Me di cuenta de que para ti no era fácil cuando continuaste mirándome de aquella forma a propósito, porque supe que era tu modo de no caer desconsolado, irritado del mundo y sus manías.
<<<¿Por qué no sobrevivir?>> gritaste, aunque apenas se percibió un hilo de voz angustiada.
No quise disculpar tu comportamiento con tu falta de fortaleza, así que hice lo único a lo que mi cuerpo respondía sin desplomarse; te miré (no en vano, mantuve mi postura erguida). Primero a tu iris izquierdo y luego al derecho. Así sucesivamente durante largo rato. Parecías nervioso, no dejabas de tocarte las manos. Mi acción era un desesperado intento de encontrar una explicación y traerla a rastras si eso era preciso, pero la persona vestida de luz no había dejado su usual y llamativo rastro. No quería que lo encontrasen.
Ya ha pasado algún tiempo de ello, pero, donde quiera que estés, si aún te preguntas "por qué vivir en lugar de sobrevivir", seré clara y sincera; porque antes de tenerte a ti, me tenía a mí.
Ya ha pasado algún tiempo de ello, pero, donde quiera que estés, si aún te preguntas "por qué vivir en lugar de sobrevivir", seré clara y sincera; porque antes de tenerte a ti, me tenía a mí.