Hay un juego al que siempre le doy vueltas, pero nunca
obtengo respuesta.
Siempre espero a que sea mañana, pero nunca espero para que
sea hoy, nunca meto los dedos en la tinta si no sé lo que voy a escribir con
ella, siempre me enfado con la vida, la pateo, la tiro, la recojo, me resigno y
sigo las pautas del mundo y sus caprichos.
Nunca digo siempre.
Siempre digo nunca.
Y nada de eso importa, porque no es lo mismo hablar en
sueños, a que los sueños, por fin, hablen…
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